Camino a casa me dispuse a observar a los árboles que iban apareciendo en mi camino, unos jóvenes, otros muy viejos y altos que podían percibir por encima de las casas y edificios, pero, ¿qué he podido reflexionar sobre ellos?.
Un árbol es a nuestros ojos inmóvil en su base, pero en sus ramas y hojas hay un movimiento que se produce por total placer del viento; nosotros por otro lado somos personas que tenemos unas bases tal vez muy firmes, pero que en nuestra parte más frágil y volátil, se manifiesta un continuo movimiento que es provocado por algo fuera de nosotros, ya sea la sociedad, las reglas, la inteligencia o inconsciente colectivo.
El árbol nos enseña que a pesar de nuestro aparente estado de inmovilidad, se produce un cambio continuo en nosotros que es producido por la conexión que tenemos inherente al todo. Estas ideas me llevan a pensar y regresar al tema de la parte invisible y mayormente incomprendida del conocimiento que tenemos inherente en nosotros, he visto alguna película donde niños poseen todos los conocimientos existentes hasta que lamentablemente aprenden el lenguaje.
Noam Chomsky el lingüista y crítico de la política estadounidense ya ha ideado bases para estudiar el instinto del lenguaje, en la que se propone que la información de la lengua ya viene incluída en los genes, o por otro lado como Carl Jung que hizo numerosos estudios sobre el inconsciente colectivo que podía ser comunicado a través de símbolos y la alquimia.
De aquí parto para pensar si acaso hay sentimientos y vivencias que de igual manera se han transmitido inconscientemente a través de los tiempos, o si más realista, existen símbolos que pueden comunicarnos el mismo mensaje a diferentes personas que tienen una historia supuestamente diferente; es una cuestión interesante de plantear, ya que no sólo a través de las personas podríamos comunicarnos con otros espacios y tiempos, sino también a través de objetos, de vegetales, o cualquier tipo de materia, y así no sólo encajar con todo el espacio sino con todo el tiempo, y poder de cierta manera convertir el casi inexistente presente en un todo, donde como decía el escribor Jorge Luis Borges, saber para siempre quienes somos.
Como objetivo de la reflexión y la meditación, muchas culturas y religiones han intentado conectarnos con el todo, con Dios, o con esa fuerza superior a la que todos pertenecemos; sin embargo, muchas veces hemos caído en cuenta de que muchas de las respuestas que esperábamos encontrar fuera, las terminamos encontrando dentro de nosotros mismos, como si nuestro cuerpo fuera un puente espacial entre el afuera y el adentro, y como aquellas ideas del Kybalión y otras culturas de "Como es adentro es afuera", o "Como es arriba es abajo", nos damos cuenta que para poder redimir cuestiones exteriores, es necesario redimirnos a nosotros mismos. Por ejemplo la catarsis que se produce cuando estamos conectados con las personas, y vemos situaciones, nos permite que de cierta manera experimentemos los sentimientos sin las posibles consecuencias, con las neuronas espejo que nos permiten experimentar la empatía, nos damos cuenta que existe una puerta en nosotros donde podemos transportar lo exterior al interior y viceversa.
Al plantearnos la situación de ser árboles, podemos sentir de cierta manera esa empatía y experimentar la meditación llevada por el movimiento e impulso del viento, e incluso, al no tener conciencia como la conocemos nosotros un árbol, podemos ayudarnos de él para no pensar, y acallar la mente pudiendo percibir a través de nuestros sentidos la realidad desenmascarada, quitando el velo de conciencia que yace sobre nuestros ojos y sentidos. Al dirigirme pues, hacia casa y observando y meditando a través de los árboles, he podido conectarme con el viento, como a través de una triangulación, y me permitió dar una pequeña vista a mi yo interior. Pero por otro lado he tenido una sensación comunicada por los árboles, la empatía, he visto árboles muy tristes, otros ingenuos, otros con el colmillo que nace de haber vivido ciertas experiencias, y la sabiduría de haber visto a tanta gente pasar, sin conocer siquiera como es la vuelta de la esquina, que ciertamente es difícil de explicar porque no se transmitieron palabras, sino solo unas pequeñas muestras de sentimiento de árboles, que no importa lo que hayan sido, pero han sido sentidas por mi ser.
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