Soy un hombre enamorado de un ser humano, uno al que le pesa mucho hablar de sí mismo y considera más carga que ésta el hablar mal de los demás porque siente como la causa y efecto le provoca dentro de sí mismo un dolor que aunque podría saber descargar a través de la transmutación, lo considera como un desperdicio, en este instante en el que el conjunto de partículas se han unido en uno para formar su ser.
Es un ser que no sigue religión alguna, pero no es señalado como ateo, ni siquiera es señalado porque cada ser que lo conoce, reconoce en él todos los ideales religiosos y no religiosos que pudieran existir. Él no posee miedo en su ser y actúa de manera dulce y agradable, cada movimiento es casi copiado de Buda, porque pareciera que se conduce de tal manera que pretende no molestar ni a las partículas de aire, que incluso el considera como entidades sagradas, por esa razón su caminar parecieran caricias a la madre tierra, como un bebe acariciaría el rostro de su madre cuando recién le ha dado pecho.
Como dije no practica religión alguna porque ha entendido perfectamente la raíz del cosmos y no se posa en ninguna de las ramas, se sienta a meditar en el lugar mismo que la semilla empezó a desarrollarse, en el instante en que una singularidad de espacio y tiempo impiden hablar de éstos, su centro mismo es el Big Bang, y su centro de acción es todo a través de los tiempos.
El que confunda a este hermoso ser como un Dios, está profundamente equivocado, no por el hecho de llamarlo así, sino porque la concepción misma de cualquier ser humano que pueda etiquetarlo lo encerraría en una idea limitada y muy corta a lo que en realidad es, si alguien le preguntara ¿Quién es él?, contestaría, yo soy el que soy.
Tiene una mirada de niño que muestra profunda inocencia, tanto que un sentimiento mal dirigido lo interpreta como una expresión más de amor del universo, no se asusta ante las injusticias, ni las aprueba ni las rechaza. Tiene una concepción de las cosas que va más allá del bien y del mal, no busca el camino de la felicidad y no evita la desgracia; él se repite a sí mismo yo soy el que soy.
Es un ser que no sigue religión alguna, pero no es señalado como ateo, ni siquiera es señalado porque cada ser que lo conoce, reconoce en él todos los ideales religiosos y no religiosos que pudieran existir. Él no posee miedo en su ser y actúa de manera dulce y agradable, cada movimiento es casi copiado de Buda, porque pareciera que se conduce de tal manera que pretende no molestar ni a las partículas de aire, que incluso el considera como entidades sagradas, por esa razón su caminar parecieran caricias a la madre tierra, como un bebe acariciaría el rostro de su madre cuando recién le ha dado pecho.
Como dije no practica religión alguna porque ha entendido perfectamente la raíz del cosmos y no se posa en ninguna de las ramas, se sienta a meditar en el lugar mismo que la semilla empezó a desarrollarse, en el instante en que una singularidad de espacio y tiempo impiden hablar de éstos, su centro mismo es el Big Bang, y su centro de acción es todo a través de los tiempos.
El que confunda a este hermoso ser como un Dios, está profundamente equivocado, no por el hecho de llamarlo así, sino porque la concepción misma de cualquier ser humano que pueda etiquetarlo lo encerraría en una idea limitada y muy corta a lo que en realidad es, si alguien le preguntara ¿Quién es él?, contestaría, yo soy el que soy.
Tiene una mirada de niño que muestra profunda inocencia, tanto que un sentimiento mal dirigido lo interpreta como una expresión más de amor del universo, no se asusta ante las injusticias, ni las aprueba ni las rechaza. Tiene una concepción de las cosas que va más allá del bien y del mal, no busca el camino de la felicidad y no evita la desgracia; él se repite a sí mismo yo soy el que soy.
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